Un compañero de estudios de la futura Princesa de Asturias, durante su paso por la Universidad de Guadalajara, la recuerda como «lista y distinguida»
A Letizia Ortiz siempre le fascinó la cultura mexicana. En cuanto pudo optó a una beca de la Agencia Española de Cooperación y eligió el país de Rivera, el tequila y los mayas para cursar un postgrado sobre comunicación y periodismo. Prácticamente acababa de terminar sus estudios en la Universidad Complutense cuando, con 24 años, hizo las maletas y viajó a Guadalajara para documentar la organización de los medios de comunicación de México. Esa era la inspiración de su doctorado y en ese asunto trabajó codo con codo con los miembros del Departamento de Estudios de Comunicación Social de la Universidad de Guadalajara.
Entonces, Francisco Hernández Lomelí era su compañero. Si ese paso por Latinoamérica hubiera ocurrido ahora habría sido su director. «Todos la recordamos muy bien. Era una chica muy guapa y distinguida, pero que sin el demérito de su belleza física nos dejó su talento, sus comentarios siempre destacados y su contribución».
Hernández no escatima en elogios hacia la futura Princesa de Asturias. «Es sorprendente saber que va a ser la Reina de España, sin embargo no nos extraña que haya tenido una carrera tan fulgurante. Todo lo que se proponía lo conseguía. Quiso estudiar en México y lo hizo porque logró una beca muy cotizada. Quiso escribir el mejor artículo de fin de curso para que saliera publicado en la revista universitaria 'Comunicación y Sociedad' y también lo consiguió». Ese texto, firmado entonces por una estudiante con aspiraciones, hoy es un documento que lleva la rúbrica de la futura Princesa de Asturias. En 'Guiños sobre guiños sobre guiños', Letizia Ortiz analiza el género periodístico de la entrevista para entender los procesos de la comunicación entre el periodista y el lector.
La decisión de estudiar en México fue muy meditada. Hernández recuerda que «cuando llegó demostró que se había informado sobre los profesores más prestigiosos y sabía de la relevancia de este departamento».
En los archivos de la universidad aún se guarda su carta de presentación. «Explica su interés por los periódicos mexicanos y manifiesta su deseo por conocerlos. Entonces era su medio favorito. También cuenta que podía haber viajado a cualquier otro país, pero que su preferencia era México».
Letizia Ortiz vivía con una familia en una habitación alquilada a un precio módico. Su beca no daba para mucho más. Eligió una casa situada cerca de la universidad para no gastar demasiado en transporte. A Letizia pronto le fascinó la comida mexicana. «Le encantaba y probaba de todo. No sabemos si seguirá comiendo como aquí, pero nos decía que le gustaban mucho los platos típicos».
También la música. La joven escuchaba mariachis y rancheras junto a sus amigos de facultad hasta que «un ataque de morriña» la llevaba a poner sus propios discos. Entonces escuchaba a Joaquín Sabina y contaba cosas de España a sus compañeros.
Hablaba con fascinación e hizo muy buenos amigos, aunque su franqueza le granjeó algún problemilla. Olimpia Nájera, en casa de cuya madre vivió Letizia, la recuerda como «ambiciosa en el buen sentido de la palabra y poco amiga de las galanterías de los hombres». «Recuerdo que una vez fuimos a un bar y que un camarero se dispuso a encenderle un cigarro y ella se enfadó: ¿Cómo me van a encender un cigarro, si no estoy inválida?». Independiente, pero muy familiar, Letizia Ortiz siempre llamaba a su familia. También a su novio Alonso Guerrero con quien más tarde se casaría por lo civil.
En la Universidad de Guadalajara sus ex compañeros viven con expectación todo lo que se publica sobre Letizia y preparan una carta para enviársela al Palacio de la Zarzuela. «En ella le deseamos lo mejor y confiamos en que alcance todas sus metas familiares y también de Estado», aseguran.